LA GUERRA DE
LOS CIEN BRAZOS
En tiempos antiguos, los hecatónquiros eran seres con 100 brazos y
50 cabezas. Al inicio de la historia, estos fueron encerrados en el
Tártaro por toda la eternidad. Tiempo después, los mortales comenzaron
a expandirse por el mundo, haciéndose la vida más fácil para ellos.
Un pacífico y normal día, hubo una discusión entre dioses que los
mortales ignoraban, pensando que todo iba a concluir bien, pero muy
equivocados estaban… Ese día, bruscamente, un terremoto sacudió la
Tierra, abriéndola y deformándola. El terremoto fue tan enorme, que
logró llegar a las profundidades del planeta, abriendo así el Tártaro.
Los monstruos, tan inteligentes ellos, decidieron escapar de su prisión
interminablemente grande y sembrar el caos. Y eso fue lo que hicieron.
Destruyeron colosales ciudades, enfrentaron y mataron a grandes héroes
y semidioses y, como no, casi extinguen la raza humana. Y así fue como
empezó la guerra entre dioses y monstruos. Duró casi un año, pero no
mucho más porque ya invadían el Olimpo y tan solo quedaban unos pocos
mortales. Estos, invadidos por el terror y la furia, idearon un plan: era
imposible bajar al Tártaro, pues estaba bien bajo tierra, pero el Hades
era más accesible. Podrían encerrar a los gigantescos seres ahí abajo, y
hundirlos en el río Aqueronte, el río de las penas del inframundo, y
terminar con ellos de una vez. Crearon armaduras, armas, idearon aún
más estratagemas ...
De pronto, llegó el gran día. Todos los 100 mortales estaban ansiosos
por el momento, y se pusieron en marcha. Se escondieron, corrieron y
viajaron hasta llegar a la entrada del infierno, pero estaba defendida por
uno de los gigantes Hecatónquiros, y este, con cada uno de sus 100 brazos
agarró a cada uno de los mortales, y por sus 50 cabezas los devoró de
dos en dos, ganándose así la posesión del mundo, sin dioses, sin héroes,
sin mortales… y fueron felices y comieron perdices.